Lo positivo empezó a suceder después del cuarto día cuando ya importaba menos si me estaba perdiendo de algo importante, si no le contaba a mi “público” lo que hice o pensé en el día, si no me saturaba con el ruido de tantos y tantos comentarios, fotos, videos virales.
A propósito del revuelo que ha causado el reciente documental de Netflix “The Social Dilemma” (Ver tráiler), por medio del cual se confirma la dinámica “oscura” de las redes sociales que ya muchos sospechábamos e invita a los espectadores a hacer varias reflexiones importantes sobre privacidad de datos, el uso de las mismas en los menores de edad, los algoritmos que terminan definiendo lo que vemos en nuestras pantallas, etc, les dejamos esta reflexión de un ejercicio que hicimos hace algunos meses donde decidimos pasar 30 días sin contacto con el famoso “social media”.
Que tiene de especial pasar 30 días sin redes sociales ?, eso exige algún esfuerzo ? es un logro ? enseña algo ?. Pienso que si, hoy más que nunca. Hacerlo no tiene nada de extraordinario si no cuentas con el hábito (o más bien vicio) de revisar diariamente las actualizaciones de tus contactos en las redes sociales, disfrutar como espectador en primera fila de las peleas entre desconocidos por el tema polémico de la semana, o verificar el impacto que generaron en tus amigos tus geniales publicaciones.
Sin embargo los que tengan alguno de estos u otros motivos que los lleven a revisarlas más veces que idas al baño cuando toman cerveza, tal vez serán del grupo que vean esta hazaña moderna como un desafío reservado para valientes.
Al comienzo no pensé que fuera muy difícil, un mensaje de despedida asegurándome de decir: “ya vengo” (o sino me olvidan, quien ?, no sé, pero eso pensé) y listo ! Adiós al dedo pulgar hacia arriba, al pajarito de caracteres y al acartonado mundo LinkedIn por unos días. No sobra mencionar que con WhatsApp (que también es red social) no fui capaz de hacerlo porque por ahí se “trabaja”; tampoco pues que esto es un proceso.
Adiós al dedo pulgar hacia arriba, al pajarito de caracteres y al acartonado mundo LinkedIn por unos días.
Me sentí aliviado con la decisión y la expectativa fue grande esa noche pero todo cambió apenas abrí los ojos al siguiente día, al empezar la tarde fui consciente sin querer aceptarlo de que tal vez estaba inmerso en una adicción que llevaba años alimentando haciendo lo mismo mecánicamente: revisaba mis redes sociales aún somnoliento, en la primera ida al baño, con el café, en un semáforo, en una fila, esperando en una oficina, almorzando, frente al computador y lo peor de todo, con personas al frente que me hablaban, si, con personas al frente que me hablaban; maleducado. Pasaron tres días para lograr el control de la ansiedad y no es una exageración ya que me sentía desubicado, confundido, como si algo me faltara en esos segundos que ahora parecían eternos en el baño, en la fila y en la reunión; ahora sin nada que hacer y apretando dientes para no evitar la tentación por ingresar al mundo paralelo virtual.
Lo positivo empezó a suceder después del cuarto día cuando ya importaba menos si me estaba perdiendo de algo importante, si no le contaba a mi “público” lo que hice o pensé en el día, si no me saturaba con el ruido de tantos y tantos comentarios, fotos, memes y videos virales. Empecé a ver a la gente en la calle de forma distinta, ahora eran interesantes, amables e iguales a mí tal y como eran hacen veinte años cuando todo sucedía en la calle.
Después de dos semanas ya me gustaba la situación, se sentía bien decir “no ni idea” cuando alguien preguntaba si había visto la foto, video o noticia tal; me sentí rebelde (y nervioso) cuando Facebook se aseguró de comunicarme por correo y hasta mensajes de texto que me estaba perdiendo de cosas maravillosas por llevar días sin ingresar. Para la tercera semana llegué a pensar en quedarme fuera, out, anticuado si se quiere e ignorar para siempre lo que pasaba detrás de la pantalla. Reforcé mi idea repitiendo un capítulo de la primera temporada de la serie Black Mirror que muestra hasta donde podríamos llegar con el desbordado asunto de los likes; todo estaba listo para no volver y dedicarme a vivir con el círculo humano que me rodeaba. De hecho esto último ya estaba empezando a dar frutos porque ese tiempo que usaba para de forma mecánica estar “conectado”, ahora lo usaba para pensar en algo, oír una canción, tener una conversación normal, inventarme juegos con mi hijo, hasta para disfrutar el silencio y buscar más en mi interior.
Sin embargo dos asuntos me hicieron considerarlo de nuevo durante esta última semana de abstinencia. El primero es que me desactualicé, debo aceptar que si algo valoro de las redes (principalmente twitter) es que me han servido para estar al día de lo que pasa aquí y afuera, en una mirada rápida de timeline se conocen las noticias más relevantes del día tanto para los medios como para la gente, y se profundiza en lo que uno quiere, más práctico, desde un solo lugar. Me di cuenta de que me estaba informando más por allí que por tv o radio y que por eso en este mes me perdí los tres primeros debates para presidente (me gusta verlos), porque nunca me enteré. Tampoco supe que habían matado a un testigo clave en un proceso legal que tienen dos senadores de la república, hasta que alguien lo dijo en un cumpleaños y me hice el bobo.
El segundo es que no se puede ser terco y menos en una profesión como la mía. El mercadeo se alimenta de lo está pensando y comentando la gente, de sus nuevos hábitos, de su forma de consumir; y sin duda las redes son una gran herramienta para ello además de ser el espacio donde están pasando cosas, son una nueva forma de consumo en sí mismas, siempre innovando con más formas de relacionar y monetizar.
Con algo de molestia tuve que acudir a la objetividad y a la sensatez, siempre buenas consejeras, para entonces definir una nueva forma de relacionarme con las redes, estando pero sin estar. Tendré que definir un tipo de pico y placa al uso de las redes sociales y para fines más de observación y profesionales que personales, en síntesis, dejando el chisme, dejando el ego.
Cuando quiera distraerme le hablo a un amigo para vernos las caras en un café o algo así.
Independencia – Agencia Consultora
Marketing y ventas
Haz clic abajo para comunicarte con nuestro consultor vía Whatsapp